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jueves, 24 de junio de 2010

A veces soy una bola de pelo enmarañada que te molesta mientras tratas de fijar la vista al otro lado de la habitación. Soy un ovillo enmarañado de cuantas cosas quieras. A ratos plumas de pingüino con alas de libélula y otras pequeñas pelusas de esa flor que has soplado repartiendo deseos en vano. Mas te encuentro en un sin fin de cosas que jamás existieron para mí, que jamás visualicé al finalizar el día, y ni en forma de apuntes se trazaron. Y tu que por mí te aferras a la proa decidida a adentrarte en la tormenta más prometedora, todo por alcanzar ese punto en donde al final del camino nos abrazamos en un soplo de hermosas hojas que como nubes de infancia nos cobijan. ¿Será necesario realmente pedir por mi felicidad? ¿Estarán esta vez mis límites más cercanos que nunca? ¿Cuando la confluencia había sido al menos manejada? Me gusta pensar que percibes mis movimientos sin huellas inmediatas, y no necesitas decir nada. La vida comienza a tener sentido en el momento menos esperado, cuando pierdes tus pilares, cuando te sientes más vulnerable que nunca, cuando extrañas y no te queda más que mirar el cielo there standing on your own when the only thing that you want is to close your eyes…y en un instante comenzar a estar en el mundo en esa forma de abstracción incomprensible para ti. Pero tú, pequeño torbellino, eres mi alegría terrenal en estos tiempos de agrias cenizas disueltas en lágrimas que no hacen reír a nadie. Cuando el cielo se siente pesado sobre mi sien, tú como un pequeño ave me avientas a ese submundo en que nos cobijamos de besos por mil.

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